Como ocurrió en el anterior taller, el equipo kiwi y yo no hemos podido plantear nuestras preguntas sobre los textos y exposiciones propuestas. Sin embargo no hemos dado cuenta que muchas de las cuestiones planteadas en la clase de ayer, son las mismas que las que nos planteamos nosotros. Así que de alguna manera "inervenimos". Aquí dejo las cuestiones del cuarto taller: "De la obra de arte autónoma al proceso las prácticas artísticas la investigación artística".
Equipo Kiwi (Grupo 3):
Mónica Alda Sanz
Oliver Domingo Martín
Natalia R. Giavedoni Corujo
De la « obra de arte
autónoma » al proceso: las « prácticas artísticas », la
« investigación artística ».
“Lo que veremos en
Kassel será arte o no” (Carolyn Christov – Bakargiev). Esta frase está muy en
relación con lo expuesto en CaixaForum. El artista Richard Hamilton con su obra
“Maps of Palestine”
(2009-10) nos muestra como la idea de “obra de arte” queda alejada de la
concepción tradicional de este término. Como espectadores entramos
predispuestos a una actitud contemplativa, asumimos ese rol, de tal manera que,
automáticamente, se nos activa el mismo proceso de asimilación tanto en el caso
de “Los Borrachos” de Velázquez como en “Maps
of Palestine” de Hamilton. ¿Qué es lo que determina que algo tan trivial
como es un mapa, sin intervención artística alguna, sea considerado una obra de
arte?
En el contexto del
museo este mapa nos lleva a traer a la conciencia el conflicto desde un punto
de vista subjetivo, el de la memoria. Si encontráramos este mismo mapa en un
libro de texto, ¿qué posición adoptaríamos? Mientras en el primer caso se apela
a los sentimientos, en el segundo son meros hechos, es historia.
Mapa político cualquiera
Maps of Palestine
Richard Hamilton
Esto nos lleva a
plantearnos otras cuestiones como la que propone García Dory sobre un arte
útil.
«El arte siempre ha tenido una función
social, pero en el momento en que vivimos de crisis social y ambiental es más
necesario por parte de todos los agentes sociales y culturales esforzarse en
buscar y dar un sentido a su actividad. No podemos permitirnos crear un arte
sólo contemplativo, que busque el goce de los sentidos y que sea sólo para el
disfrute. Es necesario intervenir en el mundo y poner toda nuestra energía en
él».
En consonancia con esto
último encontramos reminiscencias en la exposición “Perder la forma humana. Una imagen sísmica de los años ochenta en América Latina". Según Parreño, los recursos del arte pueden contribuir a la transformación de
la sociedad. Pero, conociendo el desarrollo de la política y la sociedad en
países como Argentina, ¿cómo podemos afirmar que el arte posee un verdadero
poder revolucionario y transformador?
“Algunas de las
imágenes expuestas pueden herir la sensibilidad del espectador”. Nada más dejar
atrás esta advertencia nos chocamos con la primera: Hebe de Bonafini junto
Fernando “Coco” Bedoya realizando una serigrafía. Hebe de Bonafini comenzó
siendo una activista por los derechos humanos y una de las fundadoras de la
Asociación de las Madres de Plaza de Mayo. Sin embargo, su imagen se ha ido
corrompiendo, por un lado, debido a su posicionamiento a favor de grupos
armados, como ETA o las FARC, y gobiernos dictatoriales, como en el caso de
Cuba con Fidel Castro a la cabeza y, por otro, como consecuencia de los
beneficios que ha sacado a costa de la iniciativa de las Madres de los
desaparecidos. ¿Hasta qué punto es correcta su presencia en la exposición? ¿Por
qué aparece precisamente inaugurando la muestra? Esta fotografía contradice y
desdibuja la línea argumental planteada en “Perder
la forma humana. Una imagen sísmica de los años
ochenta en América Latina”. ¿No
fallaría, pues, el display? ¿No actúa como condicionante en la percepción del
espectador?
Tras haber recorrido la
exposición nos quedamos con la sensación de haber visitado un archivo histórico
en lugar de una exposición artística. La mayor parte del contenido muestra una
intención fundamentalmente divulgativa e informativa. Mucho de lo que vemos
allí son documentos periodísticos, fotografía documental, carteles y folletos propagandísticos,
etc. La protagonista es la historia, los hechos, aunque hay claras alusiones a
la memoria subjetiva y a la selección de recuerdos concretos, pues la situación
se cuenta desde el punto de vista de los colectivos y asociaciones artísticas.
En este punto, cabe
hacer una diferenciación entre arte político y el empleo de recursos artísticos
con un fin reivindicativo y revolucionario. El hecho de que un artista o grupo
de artistas tomase parte en estos movimientos sociales no implica que su
producción haya de estar expuesta en un Museo de Arte. ¿Se consideran obras de
arte? La cartela situada junto a cada pieza nos predispone a su asimilación
como objeto artístico.
La propaganda y las
actividades generadas en aquellos años no nacieron con una función artística,
sino como reivindicación y lucha por los derechos humanos, de manera que el
arte quedaría relegado a la posición de mera herramienta. Si nos ceñimos a las
escasas piezas propiamente artísticas expuestas, es acertada su ubicación en el
Museo de Arte Contemporáneo; sin embargo, si nos basamos en el conjunto, donde
predomina el carácter documental, ¿no sería más correcto llevar esta exposición
a una institución como Casa de América?
Retomando nuestra
visita a “Cartografías Contemporáneas”,
nos topamos con una serie de piezas que nos crearon cierto conflicto pues nos
resultaron incoherentes con el contexto y el espacio expositivo. Nos referimos
a “obras” como la de Trisha Brown. Nuestra primera impresión era que no
encajaba en la exposición, no encontrábamos ninguna relación con la temática
común a las obras. Por otro lado técnicamente nos pareció francamente pobre,
por decirlo suavemente, y carente de sentido. Perplejos, nos dispusimos a
buscar información acerca de esta artista y fue entonces cuando conocimos su
proceso creativo: bailando sobre el papel crea trazos espontáneos construyendo
una composición abstracta. Entendemos pues que el display falla, ya que la obra
necesita de una explicación teórica que no encontramos en la sala. Todo esto
nos suscito una pregunta en relación con el arte actual, ¿sería este un caso
más en el que prima más la firma del artista sobre la obra?
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