lunes, 4 de febrero de 2013

Ensayo final

Este es el último ejercicio a entregar para la asignatura de Teorías del Arte Contemporáneo. Con esto cerramos este cuatrimestre.




REFLEXIONES

(ENSAYO FINAL)





Mónica Alda Sanz

4ºde Grado/Grupo 3


TEORÍAS DEL ARTE CONTEMPORÁNEO
2012-2013

www.apuntesteoriasartecontemporaneo.blogspot.com


FACULTAD DE BELLAS ARTES
UNIVERSIDAD COMPLUTENSE DE MADRID




Reflexiones:





"Un tiempo henchido de experiencias variadas e interesantes parece corto al pasar, pero largo cuando se le recuerda; por el contrario, un período de tiempo vacío de experiencia parece largo cuando pasa y corto cuando se le considera retrospectivamente." 

Leyendo está frase del célebre filósofo William James[1], me paro a meditarla unos instantes y pienso, ¡que acertado y brillante estuvo en su momento el señor James al describir el paso del tiempo en el ser humano! Me sorprende verdaderamente porque refleja a la perfección la situación en la que me encuentro actualmente, cuando a punto de finalizar mi carrera de Bellas Artes, he de generar flashbacks sobre las aportaciones conseguidas en ella, al igual que las inquietudes que se han ido gestando en mí. Pero repentinamente, me veo inmersa en un caos de experiencias que me genera una sensación de discontinuidad y desbarajuste en lo que ha sido mi “formación” como artista. Desde luego han sido de lo más diversas, tanto positivas como negativas, lo que hacen que mi perspectiva sobre el tiempo pasado en esta Facultad sea un tanto contradictoria. Sería una excusa fácil ponerse a lamentar sobre lo que podía haber sido y no fue, sin embargo creo que sería más gratificante poder exponer aquellos elementos afirmativos que, francamente, han sido productivos en el propósito de conformar a un artista, un creador. 

Así pues intentaré plantear mi “territorio”, aquello en lo que solemos decir que nos movemos. Aunque antes de plantear nada he de ser objetiva y sincera conmigo misma, no creo que tenga un tipo de línea conceptual y plástica aún definida, lo considero demasiado pronto para ser tan tajante con esta idea. Pero transito por ciertos caminos que no puedo evitar y que de alguna manera me “definen” como artista, pero ¿qué es lo que te hace ser artista hoy en día? Yo, hoy por hoy, es una cuestión que no termino de aclarar de forma definitiva. 

John Dewey[2] plantea que: “el artista tiene que ser un experimentador, porque tiene que expresar una experiencia intensamente individual a través de medios y materiales que pertenecen al mundo común y público […] un problema que se vuelve a presentar con cada nueva obra. De otra manera el artista se repite a sí mismo y muere estéticamente. Sólo porque el artista opera experimentalmente abre nuevos campos de experiencia […][3], “hay ocasiones en las que la captación de la idea dominante se debilita y entonces el artista se mueve inconscientemente, hasta que su pensamiento se hace fuerte otra vez. El trabajo real de un artista consiste en construir una experiencia coherente con la percepción, mientras se mueve cambiando constantemente en su desarrollo.” Una exposición coherente con la que coincido. La figura del artista es comparable a la de un científico, indaga, conjetura, prueba, experimenta, desarrolla, etc, hasta que en un momento determinado encuentra lo que 
tan ansiadamente buscaba. Al artista le ocurre exactamente lo mismo, emprende una búsqueda infatigable por encontrarse consigo mismo, aquello que defina su manera de hacer y de representar sus inquietudes, sus pensamientos, sus emociones…y para ello ha de introducirse en el mundo de las imitaciones en un intento por tropezar con algún autor con el que pueda identificarse. Mi estado sigue siendo este, aún así he encontrado afinidades con ciertos campos artísticos en los que me siento cómoda trabajando. Entre ellos destacaría el dibujo, la ilustración, el grabado y la escultura. Campos que han estado presentes en el arte durante siglos y que se han ido transformando con el paso del tiempo, amoldándose a los cambios estéticos, sociales y políticos. 

En este punto encuentro un especial conflicto. Mis inclinaciones se dirigen a un tipo de representación más bien tradicional, poco que ver con lo que se está imponiendo hoy en día en el mundo del arte. Es decir, opto por los modos clásicos de empleo de las técnicas y por representaciones, a ser posible, figurativas. A simple vista, puede parecer una conclusión muy rotunda, lo que no significa que reniegue y menosprecie los otros métodos, de hecho en el campo de la escultura, la abstracción llama mucho más mi interés que en la rama pictórica. Siento especial fascinación por aquellas piezas que se proyectan en volúmenes redondos y curvilíneos. No sabría explicar de forma terminante el por qué de esta obstinación por este perfil de esculturas, pero posiblemente se deba a una atracción inconsciente por el “fluir” de las formas, cuya estructura es perfecta en su totalidad. Con estos parámetros me resulta complicado tener una visión optimista de futuro, y digo esto porque siendo realista, a nivel general, no es lo que se estila. Es curioso porque siendo una época tan liberar y tolerante, donde parece ser que, en principio, todo es aceptable, la realidad resulta no ser tanto así, al menos desde mi perspectiva. “Superamos” los anclajes del pasado cuando todo estaba reglado y era impensable que ningún artista se saliese del rebaño, sin embargo estamos sustrayendo de nuevo algo de aquellas malas costumbres (o no tan malas) pero aplicadas a la modernidad. “Hay millones de artistas que crean; sólo unos cuantos miles son aceptados o, siquiera, discutidos por el espectador; y de ellos, muchos menos todavía llegan a ser consagrados por la posteridad.[4]

Los años sesenta marcaron un antes y un después en el arte, un período de redefinición en la naturaleza del arte y su posición en la vida, que crearon nuevas gramáticas que, aún hoy, definen los parámetros de lo que entendemos por arte contemporáneo. Dentro de un contexto de cambios sociales y políticos, se produjo una revolución en las prácticas artísticas, tanto a nivel de formato como de contenidos, y a partir de la cual surgieron multitud de propuestas. Arthur C. Danto es mucho más preciso, y en su obra “El fin del arte y el linde de la historia”, sitúa el fin del arte y el comienzo del arte contemporáneo justo en el año 1964[5]

En este tiempo, la condición de la obra de arte es redefinida tanto en una interacción con la vida como en una crítica de la autonomía, de la “esencia” y del “ensimismamiento” de la obra de arte que se tradujo en experiencias minimalistas. El conceptualismo artístico de implantó decisivamente para vetar al artista en pos de la razón (su obra ya no es el reflejo de su vida). Esto supone, así lo entiendo yo, una especie de zancadilla al arte. Rompe con la expresividad artística, con lo instintivo y lo espontáneo en la obra de arte para favorece una tendencia hacia la impersonalidad y objetividad. Personalmente no lo comparto. Muchas veces llego a las instituciones culturales y cuando efectuó mi entrada en la sala me quedo anonada ante lo que estoy observando, y no precisamente de admiración. ¿Cómo es posible que se haya llegado a tal grado de “excentricidad”? (no pretendo ser generalista, esto no ocurre siempre). Entiendo que hay un discurso adjunto (algo de vital importancia para la coherencia del proyecto), pero ¿de verdad pretenden ciertos artistas que las masas lleguen a simpatizar y comprender el significado de la obra? Siendo objetivos esto resulta difícil de franquear. Cierto es, que mucho artistas “dejan” que sea el espectador el que aporte el significado a la obra a través de sus visiones particulares. Pero yo pienso, ¿esto no deja de ser algo frustrante para el autor? Debe de existir una sensación de incomprensión por parte del artista al ver que el público no es capaz de conectar con su obra. 

El espectador puede enriquecer la obra con sus aportaciones perceptivas, como dice la artista Gloria Posada: "El espectador es parte de la obra. La complementa con sus recorridos y sus interpretaciones sobre ella", pero creo que siendo objetivos, el espectador no suele ser capaz de ver todo el conjunto. Roland Barthes[6] decía que el nacimiento del espectador se paga con la muerte del Creador[7]. Reservaba al espectador el papel activo de recoger la multiplicidad de interpretaciones para rastrear en las obras las huellas de un plausible sentido, la ilusión de recuperar la unidad en sus imprevisibles recorridos. Creo que el espectador jamás llegará a desentrañar una obra conceptual al no ser que sea un entendido en arte o se haya estudiado previamente el discurso que propone el artista. Y esto es lo que lleva imperando (en mayor o menor medida) desde los sesenta y es lo que de alguna manera se intenta imponer en las escuelas y facultades de Bellas Artes, a pesar de que la “docencia” este basada en los modos academicistas. Algo que tampoco comparto, sobre todo porque se pretende conseguir de forma inmediata. 

Ningún artista debería llegar a la abstracción plástica ni al conceptualismo sin haber antes asimilado las técnicas clásicas y tradicionales, básicamente deberían ser necesarios para poder desarrollar una buena tendencia artística. El tiempo y las inclinaciones del artista ya se encargarán de conformar su trayectoria. Sería apropiado asimilar aquello que decía Confucio sobre la paciencia, “la inconstancia y la impaciencia destruyen nuestros más elevados propósitos”, y no podría estar más de acuerdo. 

Volviendo de nuevo, a la idea de la muerte del autor y la impersonalidad de las obras, me cuestiono la particularidad de estas. Viviendo en un mundo donde los nuevos sistemas de producción y distribución (Internet) prevalecen en nuestra sociedad, visualizó que la figura del artista se torna más difusa, pero que de la misma forma se reafirma como marca, como producto en sí mismo (los derechos de autor). Sin embargo las obras al estar tan globalizadas, colectivizadas, pierden parte de su esencia como elemento exclusivo, y porque no decirlo, aislado. “[…] el aquí y ahora de la obra de arte, su existencia irrepetible en el lugar en que se encuentra […] lo auténtico conserva su autoridad plena, mientras que no ocurre lo mismo cara a la reproducción técnica. […] La autenticidad de una cosa es la cifra de todo lo que desde el origen puede transmitirse en ella desde su duración material hasta su testificación histórica.”[8] En el ensayo La obra de arte en la época de la reproductibilidad técnica[9] de Walter Benjamin, se analiza cómo las nuevas técnicas de reproducción industrial del arte pueden hacer variar el concepto de éste, al perder su carácter de objeto único y, por tanto, su halo de veneración mítica, el aura. Esto, sin duda alguna, abre nuevas vías de concebir el arte, que a su vez, supondrían una relación más libre y abierta con la obra de arte. Aquí es cuando entra en juego otra cuestión íntimamente ligada a esta, el concepto del cubo blanco[10]. Un término acuñado por O´Doherty, quien explica que la galería es un contenedor que, además de influir en la percepción de la pieza, se encarga de perpetuar un sistema ideológico conservador en el que el arte es arrancado de la realidad, desligado de lo real, del mundo y del contexto (cultural, económico, político…), y situado en un espacio atemporal e infinito. Así pues, el museo se convierte en un mundo idealizado e idealizante que sacraliza su contenido e impide que la obra se integre en la vida, “divorciando” significado de significante. Sin embargo desde hace décadas la autonomía del arte ha sido fuertemente cuestionada; el cubo blanco ha sido “contaminado”. Algunas prácticas artísticas de los años setenta fueron decisivas para comprender que la objetividad moderna era el espacio que ocultaba una situación de desigualdad. 

Me deja algo desconcertada todo lo que rodea al concepto de cubo blanco, quiero decir, no termino de comprender el intento por parte de ciertos ámbitos a criticar y menospreciar este tipo de espacio. No lo entiendo porque después de todo, la mayoría de galerías, museos y espacios alternativos siguen empleando el cubo blanco como el modus operandi favorito para hacer exposiciones, como el modelo dominante para la exhibición de arte. De hecho los artistas siguen creando obras con la intención de que estas puedan ser expuestas en algún momento, y ese espacio de presentación es y seguirá siendo las instituciones culturales, cubos blancos al fin y al cabo. Y así lo deseamos los artistas, en su mayoría, quizás porque ya estamos predispuestos a ese sistema, aspiramos a que nuestras obras permanezcan glorificadas y registradas durante el tiempo que sea, ambicionamos la contemplación por parte de los asistentes, ¿quién lo puede negar? Yo personalmente no le encuentro la problemática a este asunto. Convive a la perfección con las prácticas artísticas que van más allá de las instituciones: “En el arte que ha recuperado su presencia en los espacios públicos, expandiendo los límites impuestos por el museo y participando en los procesos de resignificación continua de las ciudades, más que una contradicción por su pervivencia como registro, existe una manifestación de la erección y consolidación de los lenguajes de la memoria. Esa desmaterialización y fragmentación de las obras se presenta muchas veces en el cubo blanco, pues el registro se vuelve transportable y publicable en libros y catálogos.”[11]- comenta Gloria Posada.[12]

Todo este tipo de prácticas “exteriores” a los museos, galerías, etc, cuyas características no permiten que sean “expuestas ilimitadamente”, si aspiran a que perduren en la memoria, irremediablemente serán registradas y de vuelta, posiblemente, a las instituciones que evitaban. Con los nuevos medios de difusión (tecnológicos-digitales), ocurre algo similar. A pesar de que las obras permanecen indefinidamente, se corrompen, pues no están en el contexto adecuado. A lo que hay que sumar la cuestión que he tratado anteriormente sobre la valorización e individualidad de la pieza. 

Concluyendo. He intentado mostrarme algo crítica con el panorama artístico en el que vivimos, el cual me preocupa aún más por mi inminente salida de la enseñanza para introducirme en el mundo profesional. Por supuesto no pretendo ser negativa, ni mucho menos tachar de pernicioso todo lo que se está desarrollando actualmente y desde hace décadas. Pero no puedo evitar denotar que hay una paranoia colectiva por intentar abarcar cosas imposibles y por la búsqueda de lo innovador, y con ello me refiero a esas prácticas artísticas, obras, que no tienen sentido alguno. Prevalece un “todo vale” que no es que ponga en riesgo el juicio estético, pero a veces lo desvirtúa. Desde luego no persigo tampoco la postura tan radical de Donald Kuspit, filósofo e historiador del arte, en cuya obra El fin del arte abandera una manera única de ser artista, desautorizando el resto, proponiendo la vuelta de pintores clásicos, exponiendo que todo se trata de “una farsa delirante” o que existe una mercantilización desmedida. Lo creo una exageración desproporcionada. Gloria Posada considera que no es lo mismo ser artista en el Renacimiento que en el siglo XXI. "El artista actual es un investigador que realiza su trabajo con los recursos de su época”. Mi posición se inclina por un tipo prácticas artísticas más academicistas y por ello las defiendo, aún así disfruto observando y contemplando otro tipo de prácticas, y apoyo que coexistan con las demás. Las nuevas perspectivas y propuestas artísticas siempre enriquecen la cultura y amplían la visión de un artista. No obstante creo que no hay que caer, por costumbre, en el deslumbramiento provocado por ciertas obras que se presentan como reveladoras, ingeniosas, fuera de lo corriente…pues lo único que se consigue es generar una imagen equivocada de lo que es el arte en realidad. Ya lo he expresado más arriba, en ocasiones determinados proyectos solo contribuyen a la degradación del arte. 

Otro resultado de los cambios de paradigmas ha sido una especie de democratización del arte. En la medida en que cada vez es menos necesario conocer el oficio (dibujo, pintura, grabado, escultura) y cada vez son más accesibles a todos los nuevos medios (video, fotografía, música). El concepto de artista y arte se transforma inevitablemente, y yo no puedo obviar que todo esto irradia una connotación que va encaminada a la falta de instinto, de lo espontáneo, de cierta pasión y creatividad. Espero que no sea la tónica general. Pero verdaderamente no considero que todo esté agotado como se insinúa en algunos entornos, ni que exista una crisis como tal, simplemente sopeso que nos encontramos en un cierto estancamiento. 

Siendo más objetivos, es posible que la respuesta a estas cuestiones no se halle tanto en las técnicas, los temas o la pericia de los autores actuales, sino que se trata más bien de un fenómeno de la propia época en la que vivimos. La desacralización del mundo y el imperio de la razón (logos) han dado lugar a que el arte no pueda manifestarse tan claramente como la realización del genio intemporal que en tiempos fue. 



BIBLIIOGRAFÍA:

LIBROS

  • ARACIL, Alfredo. (1998). El siglo XX: entre la muerte del arte y el arte moderno. Madrid, Istmo, D.L. 
  • AZNAR, Yayo y MARTÍNEZ, Pablo. (2012). Lecturas para un espectador inquieto: arte actual. Madrid, CA2 M Centro de Arte Dos de Mayo: Dirección General de Bellas Artes, del Libro y de Archivos, imp. 
  • BARASCH, Moshe (traducción de FABIOLA Salcedo Garcés). (2012). Teorías del arte: De Platón a Winckelmann. Madrid, Alianza. 
  • BAYER, Raymond. (1986), Historia de la estética. México, Fondo de Cultura Económica. 
  • BENJAMÍN, Walter. (1989). Discursos Interrumpidos I/La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica. Buenos Aires, Taurus. 
  • CATLÀ DOMÉNECH, Josep M. (2005). La imagen compleja: la fenomenología de las imágenes en la era de la cultura visual. Barcelona, Universitat Autonoma de Barcelona, Servei de Publicacions. 
  • DEWEY, John (traducción de Jordi Claramonte). (2008), El arte como experiencia. Barcelona, Paidós, D.L. 
  • FOUCAULT, Michel (traducción de Silvio Mattoni). ¿Qué es un autor? Córdoba, Argentina, Ediciones laterales. 
  • GIVONE, Sergio, (2001). Historia de la estética. Madrid, Tecnos. 
  • GROYS, Boris. (2005). Sobre lo nuevo: ensayos de una economía cultural. Valencia, Pre-Textos. 
  • GUTIERREZ SEBASTIÁN, Raquel. (2012). Literatura e imagen: la “Biblioteca Arte y Letras”. Santander, Publican, D.L. 
  • KUSPIT, Donald. (2006). El fin del arte. Madrid, Akal, D.L. 
  • MARTÍNEZ, Francisco José. (2008). Hacia una era post-mediática: ontología, política y ecología en la obra de Félix Guattari. Barcelona, Montesinos, D.L. 
  • MOUGÁN RIVERO, Juan Carlos. (2000), Acción y Racionalidad: Actualidad de la Obra de John Dewey. Salamanca, Servicio de Publicaciones, Universidad de Cádiz. 
  • O´DOHERTY, Brian. (2001). Dentro del cubo blanco: la ideología del espacio expositivo. Murcia, CENDEAC, D.L. 
  • SIN AUTOR. (2009). Ideas recibidas: un vocabulario para la cultura artística contemporánea. Barcelona, Museu d’Art Contemporani de Barcelona, D.L. 
WEBS

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[1] William James (1842, Nueva York, EE.UU-1910, New Hampshire, EE.UU) fue un filósofo estadounidense con una larga y brillante carrera en la Universidad de Harvard, donde fue profesor de psicología, y fue fundador de la psicología funcional. 
[2] John Dewey (1859, Burlington, EE.UU–1952, Nueva York, EE.UU) fue uno de los filósofos, pedagogos y psicólogos estadounidense más importante de la primera mitad del siglo XX, y fue, junto con Charles Sanders Peirce y William James, uno de los fundadores de la filosofía del pragmatismo. Asimismo, fue, durante la primera mitad del siglo XX, la figura más representativa de la pedagogía progresista en Estados Unidos Aunque se le conoce mejor por sus escritos sobre educación, Dewey también escribió influyentes tratados sobre arte, lógica, ética y democracia, en donde su postura se basaba en que sólo se podría alcanzar la plena democracia a través de la educación y la sociedad civil. 
[3] MOUGÁN RIVERO, Juan Carlos. (2000), Acción y Racionalidad: Actualidad de la Obra de John Dewey. Salamanca, Servicio de Publicaciones, Universidad de Cádiz. (1ª) p. 131. 

[4] Marcel Duchamp (1887, Blainville, Francia, -Neuilly, 1968, Francia) fue un artista y ajedrecista francés. Su obra ejerció una fuerte influencia en la evolución del movimiento pop en el siglo XX. Al igual que este, abominó de la sedimentación simbólica en las obras artísticas como consecuencia del paso del tiempo, y exaltó el valor de lo coyuntural, lo fugaz y lo contemporáneo. Duchamp fue uno de los principales valedores de la creación artística como resultado de un puro ejercicio de la voluntad, sin necesidad estricta de formación, preparación o talento. 

[5] Por aquel entonces A.C.Danto (nació el 1 de enero de 1924, Michigan, EE.UU. Es un crítico de arte y profesor de filosofía) visito una exposición en la que se mostraban las cajas de Brillo Box de Andy Warhol (arte pop). Junto a las cajas de Brillo Box había envases de kétchup Heinz o conservas de melocotón. No eran envases originales sino una especie de copias “artísticas” pero que podían pasar por originales. Danto se planteó si eso podía ser arte. Si el arte pop podía ser considerado como arte cualquier cosa podría serlo. 

[6] Roland Barthes (1915, Cherbourg - 1980, París) fue crítico, ensayista y semiólogo francés. Uno de los principales representantes de la nueva crítica o crítica estructuralista. 

[7] Filosofía contemporánea [En línea]: La muerte del autor de Roland Barthes. Link: “http://textosfil.blogspot.com.es/2012/08/la-muerte-del-autor-de-roland-barthes.html” 

[8] BENJAMÍN, Walter. (1989). Discursos Interrumpidos I/La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica. Buenos Aires, Taurus. (¿?) p. 2-3. 

[9] Ensayo escrito por Walter Benjamin (1892, Berlín, Alemania – 1940, Port Bou, España) filósofo y crítico literario alemán de tendencia marxista, en un esfuerzo por describir una teoría del arte que sería útil para la formulación de demandas revolucionarias en la política del arte. En la ausencia de cualquier valor ritual o tradicional, el arte en la época de su reproductibilidad técnica estaría basado en la práctica política. 

[10] Hace referencia al espacio expositivo propio de la modernidad. Si nos paramos a pensar en estos espacios nos daremos cuenta de que comparten características tales como amplias salas uniformes, discreta iluminación artificial, paredes blancas y ausencia de todo adorno. La modernidad inventó estos espacios de neutralidad para aislar cada obra de su entorno inmediato y de cualquier elemento que pudiera distraer la experiencia del espectador. 

[11] Esferapública. [En línea]: Dentro y Fuera del Cubo Blanco. Contribución a Documenta 12 Magazines. Por Gloria Posada (2006). Link: “http://esferapublica.org/nfblog/?p=372r”. 

[12] Gloria Posada (nació en 1967 en Medellín, Colombia) es una poetisa, antropóloga, artista y maestra plástica. Su visión creadora continúa es en esencia poética, se sirve de las imágenes, los espacios públicos, la fotografía, la instalación, el vídeo y demás técnicas plásticas, como extensiones mucho más abiertas y activas de la poiesis en contacto permanente con la realidad universal, la ciudad, la cultura popular, los conflictos urbanos y sociales.